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MIS AUTORES

“Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas”  

Ernesto Sábato

¿Por qué elegí a estos escritores?


Cada uno de ellos tiene algo especial, sobre todo por el momento en que alguno de sus libros llegó a mis manos. A la gran mayoría los conocí  durante la cursada de la primera materia introductoria a la Literatura. 

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Es cierto aquello que dicen que cuando algo se transmite con pasión, esta trasciende a los demás. A mí me ocurrió eso con Dostoievsky: su obra, Crimen y Castigo, en la que el protagonista, Raskolnikov, cree que está destinado a grandes hazañas pero que la miseria le impide alcanzar todo su potencial. Una trama similar es la que narra Arlt en El juguete rabioso, obra que me ha dado muchísimas satisfacciones en mi vida docente. En aquella, Astier, el protagonista, necesita ser reconocido por la sociedad, trascender, pues su condición social y económica son paupérrimas. Se dice  a sí mismo: “Y así es la vida, y cuando yo sea grande y tenga un hijo, le diré: "Tenés que trabajar. Yo no te puedo mantener". Así es la vida.

 

En ambos está el determinismo social, la marginalidad, el robo o asesinato como medios ‘para alcanzar un reconocimiento en la sociedad´. El personaje de El juguete rabioso, desea ser como Rocambole, un delicuente famoso y reconocido. Tanto una novela como la otra, plantean una profundización en la psicología de los personajes: en ese submundo interior, en la soledad, en la hipocresía de la sociedad que los aleja, y según aquellos no les permite progresar.

 

Cortázar, Lugones, Quiroga, Ocampo y Borges también ocupan un lugar distinguido en mi biblioteca personal. Distintos, pero los une el espíritu de lo Fantástico: lo siniestro y la crueldad en las niñas de Ocampo, el pasaje del orden familiar al orden desconocido en Cortázar, Quiroga con su aporte de lo psicopatológico, de la locura en sus personajes; Borges con sus símbolos, y el tema del doble, y Lugones , con el esoterismo y las fuerzas ocultas en sus Cuentos fatales. Cada uno, tiene una riqueza que los hace únicos y entrañables para mí.

 

De Silvina Ocampo, admiro la verborragia narrativa con la que construye, por ejemplo, sus relatos donde las niñas son sus protagonistas: la crueldad de esos seres no angelicales y puros, capaces de cometer las maldades más impensadas; o el manejo increíble de los narradores (alterna la primera con la segunda y la tercera persona, en el caso de su cuento Átropos). Sus niñas  miran y actúan como adultos; piensan maquiavélicamente lo cual provoca en el lector (por lo menos a mí que soy fanática de sus relatos) una atracción peculiar en el manejo del fantástico.

 

De Cortázar, me parece interesante el tratamiento del recurso de la elipsis, de aquello que no se dice, como en su reconocido relato de Casa tomada: no sabemos a ciencia cierta qué es eso que posee a la casa, sin embargo, no es lo relevante; importa cómo se dice y no qué se dice.

 

Quiroga y Borges, tienen un encanto: ambos construyen sus principios constructivos del fantástico de modos distintos. El primero, lo hace el abismo: el amor más allá de la muerte; el amor que traspasa la pantalla del cine (como buen cinéfilo) o el discurso inconexo de sus personajes, en La mancha hiptálmica, por ejemplo. Borges, en cambio, con su estilo propio nos envuelve en sus  símbolos: las rayas del tigre, lo infinito, el laberinto; compagina su vida y obra en relatos complejos de entender (no es fácil su lectura).

 

Otro grupo de escritoras, precursoras del feminismo en su época, lo constituye las norteamericanas, Kate Chopin y Charlotte Perkins Gilman, y junto a éstas, se une la inglesa, Virginia Woolf. Todas ellas tienen un anhelo en común: lograr ser escuchadas y reconocidas en sus ambientes y épocas por sus condiciones de escritoras; pregonan la lucha de las mujeres en pos de sus derechos, y su inserción en el mundo de los hombres. Lo interesante de sus aportes, son las marcas literarias que cada una de ellas ha aportado a la Literatura: escriben en la intimidad, en sus cuartos propios, y es en ese refugio intimista donde sus personajes vuelcan toda su espontaneidad. Magníficos relatos de Chopin nos transportan a esas mujeres, madres y esposas que buscan ansiadamente la felicidad en lo pequeño, tal como se ve en Un par de medias de seda, de Chopin; o en Sé sabia, de Charlotte Perkins, en la cual (una adelantada para su época) instaura una sociedad casi idílica de mujeres en la cual se sustentan a base de lo que produce la tierra. Woolf, hace referencia al voto femenino, y a la posibilidad de que la mujer pueda acceder a cargos públicos.

 

Todas reivindican a la mujer desde miradas similares y a la vez diferentes: Chopin lucha por sacar adelante a sus seis hijos luego de haber quedado viuda, y la escritura se convierte en oficio y necesidad; Perkins, lo hace desde el dolor y el sufrimiento propio, ya que ella sabe bien qué significa padecer trastornos, además  que la fuerza de las mujeres es racional y humana, y puede legislar nuevas ideas y nuevos mundos (1)

 

Por último, dedico estas líneas a Liliana Bodoc, a quien he dedicado varias referencias en Interacción literaria. Tuve el placer de conocerla, no sucede a menudo encontrarse por la vida con escritores que trabajan con la palabra como lo hizo ella. Me gusta su simpleza, su mirada sobre lo cotidiano, sobre la niñez; tiene un encanto particular para hablar con metáforas sencillas de comprender. Partió muy joven, hace algunos años. La recomiendo; la leo en la escuela y me emociono cada vez que digo en voz alta:  ”A veces, la vida se comporta como el viento, desordena y arrasa(…) Juanjo y yo teníamos un viento en común…era tiempo de abrir las ventanas” (Amigos por el viento)

 

 

​

(1) (Mary A. Hill, Charlotte Perkins Gilman: La creación del feminismo radical, 1860-1896 (1980); Gary Scharnhorst, Charlotte Perkins Gilman (1985); la Ann J. Lane, Hacia Herland y más allá,: vida y obra de Charlotte Perkins Gilman (1990).

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