Hoy la tecnología nos atraviesa permanentemente a tal punto de arraigarse en nuestra cotidianidad. Se instala en ella, forma parte de nuestras vidas ya que nos permite compartir la inmediatez de las vivencias que se proyectan como imágenes rápidas imposibles de captar. Nos acerca a realidades inimaginables con tan solo apretar un botón y miles de pestañas, cual si fueran ojos nos develan un mundo impensado.
Nos permite compartir y convertir nuestra lejanía en cercanía. Nos posibilita derribar muros, y situarnos del otro lado para interactuar con el otro. Nos brinda las ocasiones pertinentes para dialogar no sólo con uno, si no con varios al mismo tiempo. Nos da la oportunidad de retratar instantes que luego se convertirán en anécdotas. Es capaz de capturar palabras, frases, momentos, recuerdos, historias, vidas , y transformarlas, a veces, para siempre.La Literatura no escapa a ella: hoy es un vehículo casi necesario para comunicar, para conocer historias del pasado y atraerlas hacia el presente. La literatura por medio de ella logra instalarse (quiero creer que muchas veces) en la vida de las personas. Lo hace de manera astuta: desde un dicho popular hasta un bello poema de amor.
Y es tan sagaz que pareciera que se complotara con la literatura para que, casi sin darnos cuenta, una historia de amor, o un relato de aventura se termine apropiando de nosotros sin querer.
Entonces es allí donde ambas (casi de la mano) hacen posible que dos mundos tan distintos interactúen continuamente.
Hoy tenemos una imperiosa necesidad de estar comunicados, de expresar nuestros sentimientos, de compartir con otros aquello que alguna vez nos maravilló. Interactuar es salir al encuentro del otro, es escucharlo, es compartir. En definitiva es enriquecerse con el otro.
De esto se trata esta página, donde La Palabra es la protagonista.
LA PALABRA
¿Qué poder tiene la palabra? Las respuestas pueden ser muchas y variadas; según Liliana Bodoc , “nos hace bellos, libres e iluminosos”.
Podremos decir que los poetas la engalanan, pueden transformarla, adornarla , y generar a través de ella universos infinitos.
Podemos ungirla, pero también denigrarla. Con la palabra nos comunicamos, nos enamoramos, nos desencantamos. Expresamos silencios, angustias, alegrías. La palabra nos constituye y nos humaniza. La sufrimos, a veces, cuando es humillada. La enaltecemos, casi siempre, cuando es embellecida. La esperamos ansiosos de un ser pequeño que comienza a descubrirla por vez primera, y también de aquel que logra expresar sus emociones por medio de ella.
Existen algunas más sencillas, otras más opulosas, elegantes, rústicas; otras que nombran cosas y personas; algunas nos representan, y otras nos permiten hacer algo, como movernos, mirar o trabajar. Siempre las llevamos a cuestas, pues nos resulta difícil desprendernos de ellas. Ojalá que nunca nos quedemos sin ellas, que jamás se nos agoten ; y que cada vez que recurramos a ellas sea siempre para engrandecernos .
Y , como dice Bodoc, “si alguna vez la palabra nos hace quedar en silencio, es porque estamos maravillados, no vacíos”.