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  • Foto del escritorMaría Soledad Perugini

CARTA A MI HIJA PARA SER LEÍDA EL 8 DE MAYO DEL 2040

Hoy es veinte de mayo del dos mil veinte y tenés doce días. Como la mayoría de las noches, estuvimos despiertas haciendo honor a tu nombre.

Desde la ventana de casa se escucha pasar algún auto y a la gente hace rato que no se le puede ver la cara completa. Estamos en pandemia. El uso del cubre boca y nariz hace que las voces se escuchen raras y hasta tengamos que hablar un poco más alto. Solo los ojos se nos muestran y dicen todo. Ya aprendimos a descifrarlos.


Son tiempos de incertidumbre hace poco más de dos meses y yo te miro y lloro de emoción. Agradezco que estés de este lado. Este viaje fue una aventura sin mapa ni brújula. Cada semana de los últimos sesenta y tantos días era caminar hacia adelante con los ojos vendados rezando a Dios que salve y guarde al personal de salud, todas las embarazadas, sus bebés y familias.


Con papá esperamos casi dieciocho años para tenerte pero cuando te llamamos enseguida viniste y nos sorprendiste con tu fuerza, determinación y esencia. Papá, guardián de nuestro espacio sagrado, dice que sos como un astronauta y yo estoy convencida de que venís de las estrellas.


Hace mucho charlábamos y fantaseábamos con vos y decíamos que cuando tuviéramos un bebé tenía que ser con conciencia. Mirá que concepto tan complejo. Conciencia es justamente lo que necesita la nueva Tierra. Todo el proceso de las nueve lunas fue transitado con conciencia. Y así, establecimos un vínculo de amor muy fuerte entre los tres.


Siento que todo lo que he vivido antes de vos me llevaba sin dudas a vos. Ahora todo se resignifica. No sé si queda mucho de la mujer que era antes. Me obligaste a cambiar a pesar del miedo. Pero cultivé mi fe. Tuve que ir hacia adentro y buscar coraje y mucha fortaleza para primero llevarte y luego permitir nacernos. Fuimos guiadas por la intuición, ese sentir que nos une a las mujeres gestantes, a las puérperas, a las madres y abuelas.


Si algo aprendí en este último tiempo es que el amor es una fuerza poderosísima. Conocí el amor más puro, ese que no tiene medidas. Un amor inagotable y que se multiplica para expandirse haciendo trizas la ilusión de separación. Todos somos uno resuena en mi interior. Veo a papa y a mí en el reflejo de tus ojos y lo entiendo. Viniste a enseñarnos y vamos a aprender. Viniste a volvernos más humildes y mejores seres humanos.


Hoy tenemos la responsabilidad más grande que se puede tener. El compromiso está asumido. Hoy estoy criando un habitante para estos nuevos tiempos. Soy dichosa. Soy afortunada. Somos bendecidos y protegidos. Esta era mi misión. Ahora lo sé y saberlo disipa cualquier temor. Esta es mi misión.


A.V. Espejo Magnético Blanco

Analuz Varela




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